Descripción:
Esta tesis examina la configuración de la enfermedad y el género como dispositivos narrativos en la literatura española de final de siglo XIX-XX. La elección de estos dos vectores viene motivada, tal y como se detalla en la introducción y el primer capítulo, porque operan como marcas corporales claves para entender el período moderno como un proyecto disciplinario y a su vez espectacular y subjetivo. A partir de este contexto, el capítulo tercero explora estos procesos en la literatura española del fin de siglo XIX. Para ello, se deslinda en primer lugar la categoría "fin du siècle" como una etiqueta metodológica que sirve para entender las características definitorias del período, entre las que destacan la conformación del género y la enfermedad como categorías inestables que se desplazan desde los discursos médicos a la constitución de la subjetividad individual. En segundo lugar, se abordan una serie de textos literarios (Joan Giné y Partagás, Silvio Kossti, Felipe Trigo, Antonio de Hoyos y Vinent y Emilia Pardo Bazán) que presentan ansiedades comunes en torno a estas cuestiones. De igual modo, se muestra cómo las narrativas finiseculares, sobre todo aquellas inscritas en el modernismo, tienden a desarticular los binomios estables de los discursos de poder. En los capítulos tres, cuatro y cinco se lleva a cabo una lectura exhaustiva en tres calas de la literatura española finisecular, que muestran la revisión de la enfermedad y el género como narrativas individuales y subjetivas, contrapuestas a la esencialidad de unos discursos médicos que el fin de siglo pone en cuestión. Así, en el capítulo tercero, se analizan dos ensayos en torno a lo patológico, Alma contemporánea (1899) de José María Llanas Aguilaniedo y Manual del perfecto (1911) de Rafael Urbano: ambos textos ponen de relieve la conversión de lo patológico en una narrativa que el sujeto finisecular reivindica, pero también en un estado colectivo que responde a los tiempos. Asimismo, se incidirá en la masculinidad implícita del enfermo moderno, que expulsa a la mujer del terreno de la actividad mental y la creación artística. En el capítulo cuarto se examina, a partir de la novela La tristeza errante (1903) de Wenceslao Retana, la conversión de la enfermedad en una imagen asociada a prácticas distintivas en el espacio del balneario: a pesar de responder al modelo de confinamiento, se trata de un lugar de ocio que permite revisar lo patológico, —en este caso la tuberculosis— desde un paradigma alejado del modelo disciplinario. A partir de una breve genealogía de la tuberculosis, se examina también a la protagonista de la novela como una reapropiación del sujeto moderno y masculino que se había trazado en el capítulo anterior.Finalmente, el último capítulo examina las metáforas de la histeria en la novela de José María Llanas Aguilaniedo Pityusa (1907). Igual que la tuberculosis, se trata de una enfermedad icónica y basada en una serie de gestos exteriores que pone en evidencia las ansiedades del momento en torno a la feminidad y su imposibilidad de control. Además de revisar el colapso de los discursos médicos y sus promesas de control social y sexual en torno a la feminidad, la novela desarrolla una retórica totalmente modernista que problematiza las narrativas del positivismo, no sólo a través de la trama, sino en el discurso mismo.