La geografía en los relatos de viajes castellanos del ocaso de la Edad Media. Análisis del discurso y léxico.

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Los libros de viajes medievales son una importante fuente documental que aporta datos históricos, antropológicos, sociológicos o geográficos que nos permiten conocer cómo eran los viajeros en la Edad Media, qué rutas seguían en sus desplazamientos, qué medios de transporte empleaban, qué llamaba su atención, cómo era la sociedad de su época y cuáles eran las metas de esos viajes tan frecuentes en el mundo medieval.
En el volumen que ahora presentamos, La geografía en los relatos de viajes castellanos del ocaso de la Edad Media, Victoria Béguelin-Argimón, profesora en la Universidad de Lausana (Suiza), hace un detallado estudio de los paisajes –tanto naturales como urbanos– recorridos por una serie de viajeros castellanos que, a lo largo de todo el siglo XV y hasta principios del siglo XVI, abandonan sus lugares de origen para recorrer el mundo por diferentes motivos: diplomáticos, comerciales, bélicos, etc.
A lo largo del libro, y después de una introducción para centrar el tema y presentar el corpus analizado, su contexto de producción y su recepción, la autora nos presenta la imagen del mundo en la época de estos viajeros, cómo se concebía la ecúmene, cuáles eran las tierras conocidas, dónde estaban sus confines. En la época de los descubrimientos, gracias al espíritu viajero y aventurero de los hombres medievales, vemos cómo cada vez son menos los rincones ignotos del planeta.
El análisis del discurso de los libros de viajes se centra en los términos geográficos empleados, desde el relieve –montes, cordilleras, volcanes– y las aguas –ríos, puertos, mares–, pasando por el clima, la fauna, la vegetación, hasta llegar a las aglomeraciones urbanas.
La segunda parte del libro se centra en los recursos descriptivos empleados por los autores de los libros de viajes para transmitir la experiencia del periplo a sus lectores: cómo se articulan el tiempo y el espacio –itinerarios, cronología...–, cómo se organizan las secuencias descriptivas que permiten “verbalizar el espacio”, cómo se sitúan los lugares visitados o los hitos del viaje en función de diferentes ejes y puntos de referencia, cómo se transmiten las maravillas y todo ese mundo extraño y ajeno a los lectores, etc.
Por último, la autora nos ofrece un glosario con todo el vocabulario geográfico empleado por los viajeros, así como un anexo con cuadros léxicos y un índice de voces.
Una amplia bibliografía cierra el volumen, recopilando referencias fundamentales para el estudio de este género de escritura tan popular en la Edad Media.
La aportación del trabajo de Béguelin-Argimón consiste en su minucioso análisis discursivo y léxico de los libros de viajes seleccionados, así como en la recuperación y puesta en relación de algunos estudios previos fundamentales sobre el tema de los viajes medievales, españoles e internacionales, como los de Carrizo Rueda, Beltrán Llavador o Wade Labarge, entre otros muchos.
El corpus analizado consta de cinco obras representativas del género y la época seleccionados: la Embajada al Tamorlán, atribuida a Ruy González de Clavijo; El Victorial, escrito por Gutierre Díaz de Games, que narra las hazañas bélicas de Pero Niño, conde de Buelna; las Andanças e viajes de un hidalgo español, de Pero Tafur; el Libro del infante don Pedro de Portugal, un viaje imaginario, y Viaje a Jerusalén, en el que don Fadrique Enríquez de Ribera narra su peregrinación a Tierra Santa.
Especialmente interesante para nosotros resulta el capítulo referido a las aglomeraciones urbanas. Son tres las ciudades visitadas por estos viajeros que la autora del volumen analiza detenidamente: Venecia, Constantinopla y Jerusalén. Estas tres urbes eran núcleos importantes en la Edad Media, por la atracción que ejercían sobre los viajeros. Venecia era uno de los principales puertos desde los que embarcar hacia Jerusalén, pero además es un destino atractivo por sus peculiaridades urbanísticas, por la riqueza de su arquitectura, por su abundante comercio y sus fiestas suntuosas. Constantinopla representa el exotismo oriental, con sus cúpulas y sus jardines, la “espiritualidad y la belleza de sus espacios sagrados”, su población y sus costumbres. Jerusalén es el destino preferido por los peregrinos, pero también es una visita obligada para la nobleza medieval y la jerarquía eclesiástica, por constituir el “centro de la cristiandad”.
Cada uno de los viajeros narra sus aventuras, cuenta anécdotas y describe espacios diferentes de la ciudad, en función de sus preferencias e intereses. Así, se nos presenta un mosaico variado de imágenes referidas a estos importantes centros urbanos, meta de muchos hombres medievales que emprendieron su periplo para descubrirnos y describirnos el mundo a través de su propia experiencia.

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Victoria Béguelin-Argimón

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Lausana