El desgarro de la palabra: el discurso autobiográfico en la obra de Alejandra Pizarnik
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A lo largo de los textos privados de Pizarnik, puede apreciarse cómo sus prácticas sexuales y su judaísmo se unen a la ansiedad de autoría para justificar dicha política de identidad singular, de excepción aislada. Y en sentido inverso, su identidad gestada en el sentimiento predestinación literaria -y por tanto de existir en función de los otros- la condujo al extranjerismo y al distanciamiento del yo, desterró su propia voz a partir de la construcción de (un) otro imaginario, un personaje 'alejandrino' y singular donde enmascarar paradójicamente su otra identidad más transgresora. Así, el discurso autobiográfico de Pizarnik denota un yo escribiente que se deconstruye y se disuelve en un juego de máscaras pronominales.
Una segunda dimensión de la escritura pizarnikiana -la de su relación siempre problemática con la corporeidad-, puede rastrearse bien en el espacio autobiográfico. La Alejandra adolescente -aquejada de dificultades de asunción de su propia imagen corporal- se negaba a si misma través del cuerpo textual. Es en este contexto problemático de rechazo al cuerpo y crisis de identidad, unidos al deseo imperioso de autoría, donde la poeta descubre su incapacidad para invocar la palabra.
Pizarnik descubre el cuerpo como instrumento de expresión de su propio lenguaje; en él se entrelazan el dolor, la crueldad y el placer erótico formando una pluridimensionalidad del cuerpo. El yo poético habla con el trazo de la letra y con ello se subleva al principio del sujeto. Se rompe con el cerco del sentido mediante la irrupción en los dominios prohibidos del sueño, el inconsciente y el sexo.
Las pulsiones y represiones -deseos homoeróticos incardinados en su problema de identidad- se liberaron por medio de la representación textual del cuerpo. Éste se convirtió para Pizarnik en el espacio donde tenían cabida los horrores más secretos, donde se proyectaban las sombras más intimas, transformándose por ello en un icono del aborrecimiento.
En Diarios lo abyecto surge como cuestionamiento de nociones totalizantes y homogeneizadoras de la identidad, el género y el orden. Como elemento tendente a oscurecer las fronteras entre el yo y el otro. Lo bajo se enfrenta y transgrede las prohibiciones sociales y los tabúes, desafiando la estabilidad de la gestalt del cuerpo.
Finalmente, la justificación de su escritura autoficticia debe buscarse concretamente en la recuperación de la identidad (verdadero ente organizador de todos sus textos), y de la memoria, entendida esta última no como sucesión de recuerdos sino como el espacio en el que se encuentra todo aquello que define la esencia tanto de la vida pasada como de la presente. Esta tensión constante entre el poder y no poder plasmar su vida en un diario hace que inevitablemente compare el diario con la novela. Un aspecto significativo de esta relación entre sus textos autoreferenciales y su producción literaria, es la correlación entre los acontecimientos que la autora va viviendo y el embrión de ideas truncadas que llenarán muchísimas páginas de sus textos posteriores. Fue su manera de estar en el mundo y el mapa del acontecer de un yo que finalmente bautizó con su nombre y apellido, creando con ello un único sujeto y gran personaje en una obra sobre todo autobiográfica: la de Alejandra Pizarnik.
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Madrid