Bicentenario del nacimiento de Juan Crisóstomo Arriaga (1806-1826)

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La Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales ha organizado, con objeto de recuperar la memoria de este artista insigne, una importante serie de actividades en las que se van a poner sobre el atril algunas de sus más destacadas partituras, aquellas que contribuyeron a fundamentar su fama, muy extendida fuera de nuestras fronteras, y que conforman el grueso de su corta producción. Este homenaje, que va en paralelo con el que, durante todo el año, se realiza en su tierra bilbaína y en el que también participa la SECC, se fracciona en dos mitades. La primera, a desarrollar los días 4, 5 y 6 de abril, en el Auditorio Nacional, está dedicada a la música de cámara, en la que los tres magníficos cuartetos de Arriaga y sus dos series de variaciones para cuarteto alternan con partituras de Haydn, Beethoven y Mozart, cuyo magistral Quinteto K 516 cerrará el ciclo, que estará protagonizado por el Cuarteto Festetics, especialista, con sus arcos e instrumentos originales, en el período clásico.La segunda parte del proyecto tendrá efecto en el Teatro Real los días 13 de octubre, 13 de diciembre y 12 de diciembre y contará con Al Ayre Español, probablemente el más relevante y prestigioso conjunto de instrumentos de época de España, que afronta, con la colaboración en el primero de ellos del Coro de la Comunidad de Madrid y bajo la batuta experimentada de Eduardo López Banzo, tres conciertos muy exigentes, que combinan composiciones religiosas, sinfónicas y operísticas de Arriaga y de Mozart, que se dan así, una vez más, la mano. Interesante comprobar sobre el terreno los lazos estéticos y estilísticos entre ambos compositores. No hay duda de que el vasco, que estuvo muy influido por sus maestros franceses, heredó ciertas cosas del austríaco, cuya música admiraba y amaba. Tres sesiones muy atractivas, como se podrá apreciar examinando la programación adjunta, que revisten un notable valor didáctico y que nos ayudarán a situar en el lugar que le corresponde a Juan Crisóstomo. La diafanidad de sus pentagramas, su claro contrapuntismo, la elegancia de sus frases, la efusión de sus líneas y la potencia dramática de sus escenas líricas -dos de las cuales han sido programadas- quedarán plenamente al descubierto.

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